Es 2018, a estas alturas, no debería ser necesario definir lo que es el branding, pero lo haremos porque es uno de esos conceptos vagos que se utiliza en la jerga del marketing y que nadie tiene del todo claro realmente.
Antes de entrar de lleno al tema, expliquemos la diferencia entre productos y marcas. Un producto es cualquier cosa que se le pueda ofrecer a un mercado para satisfacer sus necesidades, y pueden ser bienes materiales, servicios, experiencias, personas, lugares, información, ideas, etc. (Kotler & Keller, 2015). Una marca, es la forma en que un vendedor identifica o diferencia esos productos o servicios de los de otros que son similares en el mercado. Es la idea que tienen los consumidores cuando se habla de un producto o servicio, por lo que incluye no sólo las características físicas, sino también sus propias respuestas emocionales. Por lo tanto, branding es el proceso de dotar a un producto de todo el poder de una marca, es darle un significado específico en la mente del público.
¿Y por qué hablamos de todo esto? Porque en estos tiempos, el branding no es propiedad exclusiva de las empresas. Con ayuda de las redes sociales, todos y cada uno de sus usuarios construye día a día su branding personal con cada foto, video e interacción publicada. Sus gustos y opiniones también forman parte de esto, por lo que no le darán Like a una empresa que no sea coherente con ellos. Algunos usuarios, por ejemplo, construyen su marca personal sobre su estilo de vida (veganos, yogis, budistas, viajeros, etc.), otros sobre su estilo (fashion bloggers), sus opiniones políticas, o incluso sobre sus gustos en películas y videojuegos.
Esto ha llevado a las empresas a hacer una clase de “análisis de consciencia” y preguntarse: ¿cuáles son nuestros valores?, ¿cómo vamos a comunicar tales valores?, ¿sobre qué temas queremos posicionarnos?, y sobre todo, a preguntarse cómo se ven sus clientes a sí mismos.
Esta retroalimentación de dos vías crea una relación simbiótica que nunca se había visto antes: los clientes ya no van a aceptar a cualquier marca que no coincida con sus propios valores, y a su vez, las marcas tienen cada día más información en la punta de sus dedos para llegar a su mercado ideal y venderles mejor. Esto crea una oportunidad única en la historia para que las marcas aprovechen el poder del branding: crear una marca que resuene con su público ideal y forme parte de su estilo de vida y de la identidad con la que se embanderan día a día.